Mujeres que esperan, mujeres que se quedan, mujeres que se van.



PENÉLOPE

Mujeres que esperan.

Veinte años no son nada, debía de pensar Penélope, mientras intentaba ignorar el fluir de su sangre, el rastro de la aguja en la tela, el discurrir de un tiempo que, a diferencia de ella, no esperaba por nada ni por nadie. Como tantas historias, que terminan siempre con un hecho deslumbrante, con una última escena lo suficientemente rotunda para colmar ese ansia tan humana de poner un punto final a las cosas -cuando lo realmente interesante es lo que vendría justo después del punto-, la suya se detiene con el retorno de su hombre. Pero veinte años son demasiados incluso para una historia con final feliz, pues igual que uno no se baña nunca dos veces en el mismo río, ni Penélope ni Odiseo debían de ser ya, a esas alturas, los mismos felices recién casados que fueron. Qué pena, Homero, tan amante de las grandes gestas, que no nos contaras cómo terminó la aventura más grande a la que tuvo que enfrentarse tu héroe, la de reencontrarse con su vida... Qué lástima no poder preguntarle ya a Penélope si, después de todo, la espera -la soledad, las canas, las renuncias- merecieron la pena.



Súplica

Sigue tejiendo, amor, y destejiendo
jerseys y leguas para mi derrota,
bufandas para el viento que me lleva,
el frío de mi fuga
y el invierno que soy. Sigue tejiendo.
Sigue diciendo no
al desaliento y a tus pretendientes.
Y no les digas no, diles mañana,
y mañana también diles mañana.
lo mismo que yo a ti. Hasta que regrese.
Cuando cansado ya de derroteros,
harto ya de perderme y de morarme
en regazos de magas o en riesgos de sirenas,
regrese a ti, y no sepas
qué hacer con el quehacer de tanta espera
como ahora no sé qué hacer conmigo.
Me he convertido en nadie. 

Juan Vicente Piqueras. Poemario "Atenas"


EVA BRAUN

Mujeres que se quedan.


No sabemos si fue el amor o la locura, la lealtad o la coacción, el miedo o la lucidez. Lo que sí sabemos es que Eva, que había ligado su vida a la de, probablemente, el hombre más difícil de amar de todos los tiempos, decidió acompañarlo también en la muerte. Eva, tan aparentemente llena de vida, tan incomprensiblemente enamorada, tan arrebatadóramente cómplice. Eva, de forma inexplicable, fue una de esas mujeres que se quedan hasta el final.



Autor del poema Jorge Ortiz Robla. Autor del video-montaje Juan Martínez de Medina

LILITH

Mujeres que se van.

De acuerdo con la leyenda -que recrea su personaje a través de la mención que de ella se hace en el Libro de Isaías- y con los relatos que nos llegan de las antiguas tradiciones judaica y mesopotámica, Lilith fue la primera mujer de la creación, y también la primera mujer que dijo "no". Lilith, creada "a imagen y semejanza de Dios" y hecha de polvo y barro, al igual que Adán, no tardó en decir "no" a las imposiciones de éste, al carácter decorativo asignado a su sexo, a la vida de sumisión y renuncia que había sido preparada para ella. Lilith dijo "no" y, ante la mirada perpleja del creador -y del creado-, renunció a los algodones de la vida en el paraíso y huyó. No es de extrañar que ante un ejemplo de ejercicio de libertad tan impetuoso y revelador, resultara mucho más "adecuado" que la segunda mujer fuera no un nuevo todo, sino tan sólo la parte. Parte servil, Eva, costilla inútil. La religión cristiana hizo desparecer a Lilith de sus textos, oficializando a la más conveniente Eva y relegando a aquella al olvido. Por su parte, las tradiciones que siguieron la pista a su figura la transformaron (entiendo que con un objetivo ejemplificante) en un ser bello, obsceno y demoniaco que habitaba en las tinieblas y que debía ser temido. Crueles castigos ambos para la que fue la primera heroína de la creación. Sin embargo, todas nacimos de tí, Lilith mitocondrial.

Lilith

"Ovillo no
exploradora
carne luciérnaga que ilumina bosques
memoria de los ángeles
no vuelas
más
qué hermosas huellas de mujer
en los senderos
arcilla sólo
pantera extensa
que no sirve café en la sobremesa
                                                              del jardín
tu boca constelada
nombra estrellas fugaces
alboreas el mundo
lo bautizas
cartógrafa del alba
alquimista primera de ungüentos perfumados
dragones escarlata humillan la testuz
tus pies besan
sin alas ya
tus pies terrestres
tus pies
                   pavesas".


Soledad Medina. Poemario "Séptimo Cielo".



Comentarios

  1. Qué alegria que nos recuerdes a Lilith y que, como ella, nos atrevamos a salir de los paraisos, siempre y, por fuerza, trampa mortal.

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  2. Gracias, Nieves. ¡Qué precisas siempre tus palabras! Beso grande

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